Sumergido entre los bosques de aquél otoño tardío,

recuerda versos de algún poeta maltrecho,

entre arbustos que le sirven de lecho.

Malherido por la vida,

de noches de burbujas,

a veces, parece verse morir...

ALTO!

De camino...

En el momento que tomo la determinación de que hay que salir de aquí, me meto en el coche y lo pongo en marcha. Antes de meter ninguna marcha busco entre las guanteras la banda sonora que acompañará ese viaje. Subo el volumen al máximo, me enciendo un cigarro y disfruto del primer minuto de esa canción elegida a conciencia. Bajo la ventanilla, a pesar del frío, necesito el aire para respirar. Aspiro una gran bocanada, cierro los ojos y digo: "Allá voy"

Meto la primera, acelero.... "¡Mierda! ¡Tengo el freno de mano echado!"

¿Soplamos juntas?

"Pide un deseo"... Marina recordó en aquél instante cada una de las veces que su madre pronunció esa frase y que jamás volvería a escuchar de sus labios. Sus ojos se llenaron de lágrimas delante del pastel. Querría pedir volver a tocarla, volver a verla, pero sabía que eso era imposible y que jamás se cumpliría. Sería desperdiciar un deseo. Tomó aire sin tener aún claro qué pediría. En ese instante notó una mano rodeándola por los hombros y un susurro al oído que le dijo: "¿Soplamos juntas?". Asintió. Ambas cerraron los ojos y pidieron, sin saber, lo mismo: "Mamá, allá donde estés, espero que estés bien".